El grito propone reconocer cuatro relatos en primera persona contra un fondo de sucesos argentinos –los que embravecieron el pasaje de diciembre del 2001 a enero del 2002–, y donde los narradores, a quienes podemos definir provisoria, casi insultantemente en su ánimo de solapa, tienen en común el no haber sentido la pulsión cívica de salir a la calle para sumarse a la revuelta sino que más bien parecen preguntarse por las condiciones de la política misma.
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